domingo, 3 de junio de 2012

EPÍLOGO. 5,13-21.

13Me he propuesto con esta carta que vosotros, los que prestáis adhesión a la persona del Hijo de Dios, estéis ciertos de que tenéis vida definitiva.
14Esta es la seguridad que tenemos al dirigimos a él, que si pedimos algo conforme a su designio, nos escucha; 15 y al estar ciertos de que él escucha cualquier cosa que le pidamos, estamos ciertos de que obtendremos lo que le hemos pedido.
16Si uno se da cuenta de que su hermano peca en algo que no acarrea la muerte, pida por él y le dará vida. Digo los que cometen pecados que no acarrean la muerte. Hay un pecado que acarrea la muerte; no me refiero a ése cuando digo que rece. 17Toda injusticia es pecado, pero hay pecados que no acarrean la muerte.
18 Sabemos que todo el que vive como nacido de Dios no peca; no, lo preserva el que nació de Dios, y el Malo no puede atraparlo.
19Sabemos que somos de Dios, mientras el mundo entero está en poder del Malo.
20Sabemos que ha venido el Hijo de Dios y nos ha dado entendimiento para conocer al Verdadero, y estamos con el Verdadero, estando con su Hijo, Jesús Mesías. Ese es el verdadero Dios y vida definitiva.
21Hijos, guardaos de los ídolos.

EXPLICACIÓN

13-21. Propósito de la carta: asegurar a los lectores de que la fe/adhesión a Jesús Mesías y la práctica del amor fraterno son la vida definitiva (13).

Los que son hijos de Dios y tienen la experiencia de la vida definitiva tienen la seguridad de que Dios los escucha en todo lo que contribuye a realizar su designio. La conciencia de ser escuchados es tan cierta, que lo que se pide es ya de alguna manera poseído (14-15).

Eficacia de la oración por un miembro de la propia comunidad que falla en algo, pero no abandona su compromiso de fe y amor; la oración, expresión de amor, comunica vida. El pecado que acarrea la muerte: la opción en contra del amor; no amar, sino odiar; quien tal hace se priva de la vida definitiva (3,15). Se puede orar por él, pero no es a esta oración a la que se refiere el autor (16; cf. 3,14-15). Las incoherencias del cristiano no siempre suponen el abandono de su adhesión (17).

Tres vivencias que se derivan de lo que es Dios y de la vida que ha dado a los hombres:

Primera, que Jesús, el Hijo de Dios, protege contra el pecado a los que han nacido de Dios; «el Malo», personificación de los valores del sistema injusto (cf. 3,8) (18).

Segunda: la conciencia de pertenecer a Dios, y de la oposición a los valores del mundo (19).
Tercera: conocer por medio de Jesús al verdadero Dios Jn 17,3; 6,44; 14,6; vida definitiva, cf. Jn 5,26) (20).

Sólo el Dios que Jesús revela, el que es amor y exige fraternidad, es el verdadero; ídolos, todas las falsas imágenes o concepciones de Dios que se han fabricado los hombres. Cualquier dios distinto del que se revela en Jesús, aunque se le invoque como Dios de los cristianos, es un ídolo (21). 

Testimonio en favor del Hijo. 5,6-12.

6Éste es el que pasó a través de agua y sangre, Jesús Mesías. No se sumergió en el agua solamente, sino en el agua y en la sangre, y es el Espíritu quien está dando testimonio, porque el Espíritu es la verdad. 7Son tres los que dan testimonio: 8el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres coinciden.
9Si aceptamos el testimonio humano, el testimonio de Dios tiene más fuerza; porque ése es el testimonio de Dios, que ha dejado su testimonio acerca de su Hijo.
10Quien mantiene su adhesión al Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; quien no da fe a Dios lo deja por embustero, por negarse a dar su adhesión al testimonio que ha dejado Dios acerca de su Hijo. 11 Y éste es el contenido del testimonio: que Dios nos ha dado vida definitiva, y esta vida está en su Hijo: 12quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.

EXPLICACIÓN.

6-12. Párrafo claramente antignóstico. Jesús, el Mesías, no pasó únicamente a través del bautismo (agua), donde recibió el don de Dios, la unción del Espíritu, sino que respondió a ese don dando su vida por los hombres (sangre); el memorial de su entrega es la eucaristía. Se sumergió, implícito en la prepos. gr. en, cf. 1 Cor 10,2; la muerte, considerada como otra inmersión, cf. Mc 10,38s. El Espíritu de Dios sigue dando testimonio de que Jesús significa amor hasta el fin; el Espíritu es la verdad, cf. 4,6: «el espíritu de la verdad" (6); da su testimonio a través de los mensajes inspirados (la profecía), en el bautismo (agua) y en la eucaristía (sangre) (7-8). La adición de la Vulgata clementina sobre los tres testigos celestes, el Padre, la Palabra y el Espíritu Santo, no se halla en los códices griegos y, entre los latinos, sólo se lee en algunos códices españoles. Es probable que su origen sea africano.

Ese testimonio vivo y permanente en la comunidad tiene más fuerza que cualquier otro, pues está dado por Dios mismo (9). Pero, además, Dios da su testimonio dentro de cada uno de los fieles (10; cf. 2,20.26s), y este testimonio consiste en la experiencia de una calidad de vida (el Espíritu) que dimana de la adhesión a Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías que murió por los hombres (11-12).

Para el autor, el cristianismo no se define solamente por la experiencia interior de Dios, por la devoción o por la aspiración y el esfuerzo por una perfección interior; es una experiencia de vida y amor divino a través de Jesús, el Ungido, que transforma la conducta y se expresa necesariamente en el amor a los demás hombres. Si no se traduce en conducta, el cristianismo es espurio. 

V. DIOS ES AMOR. SOLO QUIEN AMA CONOCE A DIOS 4,7-21. VI. VICTORIA SOBRE EL MUNDO. LA VIDA. 5,1-5.

7 Amigos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. 8El que no ama no tiene idea de Dios, porque Dios es amor.
9De este modo se manifestó entre nosotros el amor de Dios: enviando al mundo a su Hijo único para que tuviésemos vida por su medio.
10Esto define a ese amor: no el haber nosotros amado antes a Dios, sino el habernos él demostrado su amor enviando a su Hijo para que expiase nuestros pecados.
11 Amigos míos, si Dios nos ha amado así, es deber nuestro amamos unos a otros. 12 A la divinidad nadie la ha visto nunca; si nos amamos mutuamente, Dios habita en nosotros y su amor queda realizado en nosotros. I3Ésta es la señal de que habitamos en él y él en nosotros, que nos ha hecho participar de su Espíritu.
14Nosotros lo hemos contemplado y atestiguamos que el Padre envió a su Hijo al mundo para salvar al mundo.
15Si uno reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios habita en él y él en Dios. 16Por nuestra parte, le hemos dado fe y conocemos el amor que Dios mantiene en nosotros. Dios es amor: quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
17Entonces queda realizado el amor en nosotros, cuando nos sentimos seguros en el momento de ser juzgados, porque lo que es él, también lo somos nosotros en este mundo. 18En el amor no existe temor; al contrario, el amor acabado echa fuera el temor, porque el temor anticipa el castigo; quien siente temor aún no está realizado en el amor.
19Podemos amar nosotros porque él nos amó primero.
20EI que diga « Yo amo a Dios» mientras odia a su hermano, es un embustero, porque quien no ama a su hermano a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo. 20Y éste es el mandamiento que recibimos de él, que quien ama a Dios ame también a su hermano.

EXPLICACIÓN.

7-21. Dios es la fuente del amor; no se puede comprender la verdadera naturaleza del amor, a menos de reconocer que su origen está más allá del hombre mismo. El amor mutuo prueba que se es hijo de Dios, porque el que ama se comporta como Dios mismo; y sólo el que tiene experiencia del amor puede conocer a Dios, que es amor (8). La afirmación Dios es amor significa que éste no es sólo un aspecto de la actitud o actividad de Dios para con el hombre, sino que en Dios el amor lo es todo, y que todo lo que hace es expresión del amor que constituye su ser. La metáfora inicial de la carta, «Dios es luz» (1,5), se corresponde con la afirmación «Dios es amor»: la luz es el amor/vida (cf. Jn 1,4) en cuanto se manifiesta («brilla»), puede ser conocido y transforma («ilumina») al hombre.

Cada uno ha podido percibir el amor de Dios, por la vida que ha recibido de Jesús (9). El amor es desinteresado y no es una mera respuesta, sino el don de sí mismo; así lo ha demostrado Dios enviando a su Hijo. No es mera respuesta, porque de hecho el hombre no había ofrecido nada a Dios, incapacitado para hacerlo por su conducta injusta, contraria y cerrada al amor, que creaba un obstáculo insuperable para recibir el amor de Dios. Éste, por propia iniciativa, envió a su Hijo para quitar el obstáculo (cf. 2,2) (10).

La respuesta al amor es amar (11), y el amor del hombre necesita ver y comprender, lo que es imposible respecto a Dios (cf. Jn 1,18). Pero el amor mutuo es la señal de que Dios está con los hombres y de que su propósito, la realización del hombre, se cumple (12). La experiencia del Espíritu da conciencia al hombre de esta presencia de Dios en él (13).

Además del testimonio interno del Espíritu, está el externo, el de los testigos presenciales de la vida de Jesús en la tierra, que ha quedado plasmado en el evangelio (Jn 1,32.34; 19,35; 21,24) y que se ha transmitido en la comunidad. El plan de Dios es salvar al mundo por medio de Jesús (Jn 3,17); para salvar, lit, «como Salvador», término helenístico equivalente al hebreo Mesías (cf. Jn 4,25.42) (14). Lo importante es reconocer que el hombre Jesús, que vivió en la historia, es el Hijo de Dios, capaz de revelar a los hombres lo que realmente es Dios. De hecho, Jesús es el que, por amor a los hombres, llegó a dar su vida, traducción en términos humanos del amor infinito e irreversible de Dios por el hombre (15). Dado que Dios es amor, el hombre que ama puede estar seguro de que está unido con Dios (16).

Los que viven la entrega a los demás hacen presente en la tierra el amor de Dios; esa sintonía con Dios elimina todo temor, y así el amor llega a su pleno desarrollo (17). Amor y temor, incompatibles (18).

El hombre puede amar porque se siente amado (19), pero no puede corresponder al amor de Dios sino a través del prójimo. Amor a Dios sin amor a los hombres es pura ilusión; a Dios, a quien no ve, cf. 4,12 (20-21).

VI. VICTORIA SOBRE EL MUNDO. LA VIDA. 5,1-5.

51Quien cree que Jesús es el Mesías ha nacido de Dios, y quien ama al que da el ser ama también a todo el que ha nacido de él.
2Ésta es la señal de que amamos a los hijos de Dios, que amamos a Dios cumpliendo sus mandamientos, 3porque amar a Dios significa cumplir sus mandamientos.
Sus mandamientos no son una carga, 4porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5Pues, ¿quién puede vencer al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

EXPLICACIÓN.

1-5. La fe/adhesión a Jesús-hombre como Mesías salvador es señal de haber nacido de Dios, es decir, de haber recibido su Espíritu. Se opone el autor a los que minusvaloraban la humanidad de Jesús, afirmando que «el Mesías» es una realidad celeste que descendió sobre Jesús en su bautismo y se separó de él antes de su crucifixión. La muerte del hombre Jesús, fundamento del compromiso cristiano de amor a los hombres, no tenía valor para ellos ni, por tanto, se sentían vinculados por ese compromiso.

El Espíritu instaura la relación Padre-hijo entre el hombre y Dios, y amar al Padre lleva consigo amar a todos los que a él se parecen (1).

El autor ha mostrado que el amor tiene su origen en Dios y que el amor a Dios, reflejo del que él nos tiene, se demuestra con el amor a los hermanos. Ahora considera lo mismo desde el punto de vista opuesto: tampoco es posible amar a los hermanos sin tener el amor a Dios, que se traduce en la fidelidad a su designio. Sólo ateniéndose a los mandamientos, es decir, amando como Jesús ha amado (cf. 3,23) se puede estar seguro de que el amor a los demás es verdadero (2-3a).


Esto no es difícil cuando se desprecian los valores del mundo. Tal es la victoria que da la fe/adhesión a Jesús (cf. Jn 16,33): reconociéndolo por Hijo de Dios se adoptan sus valores, contrarios a los del orden injusto (3b-5).

IV. VERDADERA Y FALSA INSPIRACIÓN. 4,1-6.

4 1 Amigos míos, no deis fe a cualquier inspiración; sometedlas a prueba para ver si vienen de Dios, pues ya han salido en el mundo muchos falsos profetas. 2Esta es la señal de la inspiración de Dios: toda inspiración que confiesa que Jesús es el Mesías venido ya en carne mortal, procede de Dios; 3y toda inspiración que no confiesa a ese Jesús no procede de Dios; eso es lo propio del anticristo. Oísteis que iba a venir, y ahora ya está en el mundo.
4Hijos, vosotros sois de Dios y ya los habéis vencido, porque el que está entre vosotros es más fuerte que el que está en el mundo. 5Ellos pertenecen al mundo, por eso hablan el lenguaje del mundo y el mundo los escucha. 6Nosotros, en cambio, somos de Dios; quien conoce a Dios nos escucha a nosotros; quien no es de Dios no nos escucha.
Con esto podemos distinguir el espíritu de la verdad del espíritu del engaño.

EXPLICACIÓN.

1-6. El Espíritu es el maestro de la comunidad (2,27), pero puede haber mensajes que se presentan como inspirados y que proceden de un espíritu falso, como en los falsos profetas (1); inspiración: el gr. pneuma puede designar un espíritu, su acción (la inspiración) o el mensaje inspirado. El Espíritu de Dios lleva a identificar a Jesús-hombre con el Mesías salvador y, en consecuencia, a continuar su actividad por el bien de la humanidad; quien niega que Jesús-hombre sea el Mesías (antimesías, anticristo) rehúsa todo compromiso (2-3; cf. 2,22).

Los destinatarios de la carta tienen la experiencia de Dios (sois de Dios) por el nuevo nacimiento y el don del Espíritu, y no se dejan engañar (los habéis vencido, cf. 2,13a) (5); los otros pertenecen al mundo, pues su religiosidad sin compromiso apoya el orden social injusto (cf. 2,15-17); como su cristianismo no se traduce en seguir a Jesús trabajando por la justicia y el bien del hombre, el mundo los acepta y los entiende (6). 

El amor/Espíritu elimina la seguridad. 3,19-24.

19De este modo sabremos que estamos de parte de la verdad y podremos apaciguar ante Dios nuestra conciencia; 20y eso aunque nuestra conciencia nos condene, pues por encima de nuestra conciencia está Dios, que lo sabe todo.

21 Amigos míos, cuando la conciencia no nos condena, sentimos confianza para dirigimos a Dios 22y obtenemos cualquier cosa que le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. 23y éste es su mandamiento: que creamos en la condición de su Hijo, Jesús Mesías, y nos amemos unos a otros como él nos dejó mandado. 24Quien cumple sus mandamientos habita 
en Dios y Dios en él; y ésta es la señal de que habita en nosotros, el Espíritu que nos ha dado.

EXPLICACIÓN.

19-24. El amor que se expresa en obras da al hombre la seguridad de estar unido a Dios, de estar de parte de la verdad. Puede sentirse interiormente tranquilo, porque Dios sabe que ese amor es verdadero y que es la actitud decisiva de la persona, a pesar de los fallos que impiden su perfecta realización (19-20; cf. 1,7).

Actitud confiada ante Dios y seguridad de que escucha (21-22); lo que le agrada, cf. Jn 8,29. Los mandamientos de Dios se reducen a uno: creer que Jesús es su Hijo y el Mesías salvador y, en consecuencia, cumplir el mandamiento que él dio (Jn 13,34) (21-23). El amor de obra mantiene unido a Dios y esta unión queda confirmada por la experiencia interior del Espíritu (24). 

Las dos opciones. 3,4-18.

4Todo el que comete pecado comete también rebeldía, porque el pecado equivale a la rebeldía. 5Como sabéis, él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado. 6Ninguno que permanece con él se da al pecado; nadie Que se da al pecado lo ha visto ni lo ha conocido.
7Hijos, que nadie os extravíe: quien practica la justicia es justo, como justo es él; 8quien comete el pecado es del Enemigo, que ha sido pecador desde el principio. Precisamente para esto se manifestó el Hijo de Dios, para deshacer las obras del Enemigo.
9Quien vive como nacido de Dios no comete pecado, porque lleva dentro la semilla de Dios; es más, porque vive como nacido de Dios, le resulta imposible pecar.
10Con esto queda patente quiénes son los hijos de Dios y quiénes los hijos del Enemigo. Quien no practica la justicia, o sea, quien no ama a su hermano, no es de Dios; 11porque el mensaje que oísteis desde el principio fue éste: que nos amemos unos a otros; 12no como Caín, que estaba de parte del Malo y asesinó a su hermano. Y ¿por qué lo asesinó? Porque sus propias acciones eran malas y las de su hermano justas.
13No os extrañéis, hermanos, si el mundo os odia.
14Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. No amar es quedarse en la muerte, 150diar al propio hermano es ser un asesino, y sabéis que ningún asesino lleva dentro la vida definitiva.
16Hemos comprendido lo que es el amor porque aquél entregó su vida por nosotros; ahora también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. 17Si uno posee bienes de este mundo y, viendo que su hermano pasa necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? 18Hijos, no amemos con palabras y de boquilla, sino con obras y de verdad.

EXPLICACIÓN.

4-18. El pecado o injusticia, que consiste en impedir, reprimir o suprimir la vida en el hombre, es rebelión contra Dios (4), pues se opone al plan divino, que el hombre alcance su plenitud, e inutiliza la obra de Jesús (5). Imposible estar unido a Jesús y practicar la injusticia (6); en él no hay pecado, cf. Jn 7,18: «en él no hay injusticia».

Peligro por la doctrina de los disidentes (7-8): la conducta manifiesta el ser de la persona y muestra a quién da el hombre su adhesión profunda y qué valores inspiran su conducta. El Enemigo, gr. diabolos, «enemigo, adversario", personificación del principio inspirador del sistema injusto y opresor del hombre (cf. Jn 8,44); desde el principio, alusión a la tentación del paraíso. La obra de Jesús tendía precisamente a echar abajo el sistema injusto (8b).

Vive como nacido de Dios (9), traducción del perfecto griego, que no denota solamente el acto de nacer, sino también el influjo permanente de esa realidad en el curso de la existencia. Quien vive como hijo de Dios no comete injusticia, pues el hijo se comporta como su Padre (cf. Jn 5,19; 8,39); semilla, gr. sperma, cf. Jn 8,37: descendencia (sperma) de Abrahán.

Este criterio permite discernir más allá de las palabras (10). Si un individuo comete habitualmente obras contrarias a la justicia o al amor, está alejado de Dios. Obrar con justicia equivale a amar al hermano, y éste es el mensaje, la palabra que Dios dirige a los hombres (11). La historia de Caín es el ejemplo típico de la falta de amor. El odio del mal contra el bien lleva a toda injusticia, incluso al asesinato (12).

No se puede esperar otra cosa de la sociedad perversa; el orden opresor odia necesariamente a quien trabaja por el bien de los demás y crea una nueva relación humana (13). Pero ese amor de obra es la prueba visible de que quien lo practica posee la vida definitiva, es decir, tiene a Dios con él; es la conducta el criterio que permite establecer la autenticidad de la experiencia interior (14a). Odiar equivale a matar y a estar muerto; asesino, cf. Jn 8,44 (14b-15).


Jesús hizo comprender que amar significa entregar la propia vida para que los demás vivan (16; cf. Jn 10,11). El amor se demuestra con la solidaridad de obra (17). Exhortación (18).